Una de las frases más repetidas en el mundo de la fotografía es que no importa tanto qué cámara lleves entre las manos como tu propio ojo. La forma en que ves qué es lo que hay que fotografiar, cómo decides el encuadre. Pero desde que las inteligencias artificiales entraron en juego, la cámara también importa, y mucho. Y el Xiaomi Mi A1 tenía una cámara realmente espectacular a bordo.
Se trató del primer paso en un corto camino recorrido por Xiaomi, el de los teléfonos móviles con el software puro de Google. Android One era el encargado de mover aquel Xiaomi Mi A1, y la cámara aprovechaba la inteligencia artificial de Google a tope combinada con la cámara de Xiaomi. De lo poco que se podía personalizar en Android One. Hasta el punto de que, gracias a ella, pude realizar una de las mejores fotografías que he hecho en mi vida. Si no la mejor. Echo de menos ese móvil.
Los móviles económicos también tienen buenas cámaras
No puede decirse que el Xiaomi Mi A1 portase una cámara especialmente potente, aunque dicha configuración ha servido a los propósitos de Google durante años. Un primer objetivo con lente angular, un segundo objetivo con lente telescópica de dos aumentos. Ambos con sensores de 12 megapíxeles para la captación de luz, y a los mandos de la creación de imágenes un Snapdragon 625.
Nada fuera de lo común, un equipo de cámaras muy usado. Pero alimentando todo el sistema estaba la inteligencia artificial que Google ya imprimía a sus teléfonos con Android puro, sus Android One que hoy, por desgracia, prácticamente han desaparecido. El camino de Xiaomi en este sentido duró únicamente tres modelos, pues el Xiaomi Mi A3 fue el último.
En el día a día, la cámara del Xiaomi Mi A1 era realmente espectacular y te hacía pensar todo el tiempo que tenías un móvil mucho más potente y caro de lo que realmente era. Me costó poco más de 200 euros al cambio, adquirido en el mismo momento de su salida al mercado, y me acompañó durante un par de años hasta que finalmente decidí dar el salto a uno más potente. Hoy, todavía lo echo de menos.
La historia de la fotografía puede ser tan larga o corta como quiera. Optaré por la segunda en beneficio de vosotros, lectores, y sólo diré que la tomé en un avión volviendo de un viaje por trabajo a Atenas. La azafata se sentó frente a mí y yo, como buenamente pude hacerme entender, le pedí si me permitía retratarla. Amablemente, accedió. Yo sólo encuadré y disparé, y el Xiaomi Mi A1 hizo el resto.
Sin una pizca de postproceso por mi parte, la inteligencia artificial del Mi A1 fue la encargada de ofrecer el contraste perfecto entre las zonas de sombra y las de luz, de atenuar ligeramente la saturación para ofrecer una imagen levemente fría, y de reducir la luminosidad para no quemar en exceso (dentro de lo posible) la zona junto a la ventanilla del avión, por la que entraba la luz del sol.
*esto que veis arriba es el EXIF de la fotografía según fue capturado por Google Fotos en octubre de 2017
La fotografía se tomó con el modo automático de la cámara principal, sin acudir al modo manual ni activar el modo Retrato. El desenfoque que se aprecia al fondo es el natural producido por una óptica de 26mm (equivalente) con apertura f/2.6. La que adjunto aquí no tiene una pizca de retoque y es la original, tomada el domingo 15 de octubre de 2017, a las 13:14 del mediodía. 3.000 x 4.000 píxeles de una fotografía que recordaré para siempre.
Pero otra cosa que recordaré es que se tomó con un teléfono que era, a efectos de precio, un móvil económico. Una gama media muy justita. Señal inequívoca de que tendemos (todos) a errar a la hora de valorar determinados aspectos de los teléfonos móviles, como asociar malas cámaras a precios bajos. Tal y como dije al principio, las inteligencias artificiales lo cambiaron todo a su llegada, y un móvil de 200 euros es capaz de hacer esto que veis.