El relato del smartphone está lleno de cambios. Hubo un tiempo donde la pantalla de cualquier teléfono quedaba relegada a un margen superior, un mínimo panel QVGA para informar del número al que estábamos llamando. Después llegarían los politonos, los iconos dinámicos y emojis en dos colores. Hasta la evolución fundacional: los primeros smartphones con pantalla táctil, convirtiendo el pad numérico en botones virtuales.
Este cambio relegó el resto de componentes a favor de una pantalla de mayor pulgada. Ese aparato que descansaba en el bolsillo ya no era solo una grabadora de mano, una brújula, un libro de mapas o una linterna: se acababa de convertir en el perfecto espejo para maquillarnos, para hacer estallar los recuerdos de la generación selfie.
Así bien, frente a los “notch”, “barbilla” o “pestaña”, Xiaomi pulsó un botón invisible en esta carrera con su gama Mi MIX, adelantándose a sus rivales y transformando el relato del “todo pantalla” en una realidad, más que deseable, tocable. Un punto de no retorno que hoy relatamos analizando esta pequeña familia nacida en 2016 —heredando la fórmula del poco conocido Sharp Aquos Crystal— y coronada con el inminente Mi MIX Fold, primer plegable del fabricante.
Le llamaban “phablet”
“El teléfono del futuro”, decíamos allá por octubre de 2016, a propósito del primer Mi MIX, un terminal en cerámica y aluminio donde el 91,3% del frontal era pantalla, una pantalla de 6,4 pulgadas con relación de aspecto 16:9 alimentada por un portentoso (por entonces) Snapdragon 821, batería de 4.400mAh con carga rápida y dos modelos a elegir: 4/128GB y 6/256GB.
Tanta pantalla tenía un coste. Había que rediseñar y redistribuir elementos tan fundamentales como la antena o los micros. Hasta que el altavoz quedó reducido a un piezoeléctrico situado en el marco inferior, rompiendo para siempre con la tradición de los altavoces frontales.
Por un precio de 899 euros en España y distribuido a partir de julio de 2017, la fórmula finalmente montó una IPS LCD de 6,4 pulgadas y si bien no fue un completo éxito —debido a un módulo de cámara trasera algo lastrado— sí fue aplaudido por su idea revolucionaria en un 2017 donde los “dual spaces” todavía no eran una tendencia.
Por cierto, dos elementos comunes se dan con el lanzamiento de cada Mi MIX: un salto casi experimental hacia la vanguardia tecnológica y una edición especial para conmemorar el hito en sí mismo. El modelo Pro del Mi MIX se apodó 18K por una razón obvia: un anillo dorado en torno al sensor del lector de huellas y otro alrededor de la cámara. Un revestimiento de oro de 18 quilates que también se complementaba con un extra de almacenamiento 256GB.
Segundas partes siempre fueron buenas
Quienes consideraron aquello como un lujo no estimaron que la marca iba en serio con su apuesta: un año después aterrizó el Mi MIX 2, un terminal valorado en un 8/8 sobre 10 en Xataka, alimentado de un Snapdragon 835 y, esta vez sí, equipando un juego de cámaras compuesto por un sensor Sony IMX 386 de 12 megapíxeles con flashLED dual.
La marca redujo la ambición a favor de un terminal más asequible y realista, aunque sin desmerecer una construcción fundamentada en aluminio, cristal y cerámica en sus construcción. Hubo, por cierto, una versión en cerámica blanca, de tirada limitada y aún disponible para comprar. Tampoco faltó la edición con borde decorativo, con el ya habitual chapado en oro de 18 quilates.
No en vano, el terminal sacaba pecho situándose entre los cinco smartphones con mejor relación entre pantalla y cuerpo, marcando unos 175.686 puntos en AnTuTu y confirmando, una vez más, que su rendimiento no tenía igual, que su fluidez, calidad de audio —con ecualizador multibanda— y diseño confirmaban a Xiaomi como auteur de terminales tope-de-gama y no únicamente productora de gamas media. Su precio, eso sí, no era para todos los bolsillos: importando podíamos hacernos por el modelo de 6+64GB por 529 euros. La versión de 256GB se quedaba en 649 euros.
A por la mejor foto posible
¿Qué quedaba por demostrar? Algunos aspectos, como la propia presentación de una conservadora continuación dejó ver. Así bien, apenas cinco meses después, durante el verano de 2018 aterrizaba al mercado el Mi MIX 2S, un paso más allá en el ratio cuerpo/pantalla —de 80.8 a 81,9%— y en su corazón tecnológico, apostando por la Inteligencia Artificial a través de la herramienta Dual Pixel.
Un corazón vitaminado con hasta 8 GB LPDDR4x de RAM, hasta 256 GB de ROM, un doble procesador Snapdragon 845 de 64 bits, el octa-core Kryo 2,8 GHz y la GPU Adreno 630. La asignatura pendiente, su cámara, esta vez daba un salto de gigante montando el ultimísimo sensor Sony IMX363 de 12 MP con apertura f/1.8, un sensor secundario Samsung S5K3M3 de 12 MP para telefoto.
Un cambio que no afectaba únicamente a la elección de sensor: ahora cambia de posición, de colocarse en horizontal en el absoluto centro superior trasero, a recalar en la esquina superior izquierda del cuerpo trasero. Palabras como muesca, barbilla o notch ya quedaban bastante lejos. Si Xiaomi tenía que fabricar algún tipo de flagship, ya lo había conseguido.
A la tercera va la vencida
Pero como no hay dos sin tres, la tercera entrega de esta noble saga no se hizo esperar. Dos año después de la presentación del modelo original llegaba el Mi MIX 3, un equipo de vanguardia equipado (ahora sí) con un panel AMOLED de 6,39" y resolución FHD+, cámara deslizable y hasta 10GB de RAM.
Por un precio global de 754 euros para el modelo de 6+128GB —si bien ahora es posible acceder a él por menos de 250 euros— Xiaomi respondía a la petición de más y mejores cámaras, incorporando por primera vez dos módulos frontales (un sensor principal Dual 24 MP más una secundaria de 2 MP), además de las dos cámaras traseras.
Una vez más, tampoco faltó la edición especial de este smartphone (con los mencionados 10GB de RAM y 256GB de almacenamiento). En este caso apostaba por el 'xiè zhì', esa criatura legendaria de la mitología china similar a nuestra quimera. Un capricho digno de tener en una vitrina.
Sus ventas, sin embargo, no acompañaron, desilusionando a la marca y dejándola en suspenso mientras la línea maestra, la familia Mi, fagocitaba los aspectos más vanguardistas de la familia Mi MIX, a la vez que la segunda línea Redmi heredaba lo mejor de la serie principal. Tal vez fue una declaración tácita de orgullo herido. Lo cierto es que el Mi MiX 3, diseñado para derrotar a los iPhones más avanzados o ese rebelde Oppo Find X, no terminó de cuajar.
Dos pantallas siempre son mejor que una
Han tenido que pasar dos años, pandemia mediante, para que Xiaomi nos recuerde que todavía se puede (y se debe) innovar.
Que todavía cabe más pantalla —el lector de huellas pasa al marco lateral—. Y que todos los temores en torno a los terminales plegables —la rotura de la bisagra tras el uso continuado, por ejemplo— pueden ser derrotados con ingeniería avanzada. No en vano, durante la presentación del Mi MIX Fold se recordó que su bisagra puede soportar hasta 1 millón de pliegues.
Y lo ha hecho, continuando con el ADN de esta segunda marca, con un terminal no de una, sino de dos pantallas: la principal, un panel OLED de 8.01 pulgadas con resolución 2K con una relación de aspecto 4:3, compatibilidad total con HDR10 + y Dolby Vision, brillo de 600nit y un salvaje contraste de 4.300.000 : 1. La segunda es una pantalla externa AMOLED UHD+ de 6,5 pulgadas con una relación de aspecto 27: 9, con frecuencia de actualización de 90 Hz y frecuencia de muestreo táctil de 180 Hz.
Este smartphone plegable también es el más caro jamás fabricado por Xiaomi: el modelo con 12 GB de RAM + 256 GB asciende hasta los 1.296 euros al cambio. El equipado con 16 GB de RAM y 512GB de almacenamiento se eleva hasta unos desorbitados 1.686,19 euros al cambio. Y aún así se han agotado todas las reservas.
El procesador se encoge hasta los 5 nm, montando el Snapdragon 888, dando también un salto a la RAM LPDDR5 de 3200 MHz, a un sistema de monitorización de audio tridimensional a partir de 4 altavoces Harman Kardon, a una batería de 5,020 mAh y soporte de carga turbo de 67 W. Y, sobre todo, a un debut en el mercado de las lentes líquidas y una GPU propia.
A un cambio, en suma, para recordarnos y recordarse a sí misma que Xiaomi no teme invertir en ideas arriesgadas.
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