He sido una persona tremendamente activa en lo que tiene que ver con apps móviles que te generan notificaciones. Actualmente, la mayoría de los avisos que llegan a mi Xiaomi son por motivos laborales. Cuando no es el chat del trabajo, es el correo electrónico. Pero las redes sociales siguen ocupando un puesto importante (Mastodon, principalmente) y también las apps de mensajería. Hace años, sin embargo, era mucho más abrumador.
Hubo una época en que usaba Facebook como si se tratase de WhatsApp, y tenía conversaciones en los comentarios de algunos estados que provocaban hilos de más de 100 y 200 mensajes. ‘Chat-Style’ lo llamábamos. Y llegó un momento en el que el ritmo de notificaciones se hizo insoportable y tomé una decisión, coincidiendo con la llegada a mi vida de una de las Xiaomi Mi Band de primeras generaciones. Silencié mi móvil.
Silenciar el móvil ha sido mi mejor decisión en años
Silenciar mi teléfono móvil ha sido mi mejor decisión en años. No exagero en absoluto cuando digo esto. No sé cuál es el sonido de las notificaciones de mi teléfono, ni tampoco el de los teléfonos que analizo. Como mucho, sé cuál es el tono de llamada porque es algo que hay que comprobar, pero no sé cómo suena el mío. La razón es bien sencilla: mi móvil no suena. Es mi muñeca la que vibra.
Con la llegada a mi vida de las cosas inteligentes que se amarran a la muñeca llegó la tranquilidad absoluta. Por un lado, decidí desviar a la muñeca todo aquello que pudiese aterrizar en la barra de notificaciones de mi teléfono móvil. En mi Xiaomi Mi Band en su momento, y en el Xiaomi Mi Watch ahora, se concentraban todos los avisos. También los de las llamadas entrantes.
Con el tiempo, esto también se fue ajustando de la mejor manera posible. Las aplicaciones que me notificaban al reloj se fueron reduciendo. ¿Cómo lo hice? Priorizando. Las notificaciones en tu teléfono no tienen el mismo nivel de importancia, y por tanto no merece la pena que todas te avisen con el mismo nivel de alerta. Así que me puse a pensar con calma y establecí prioridades.
Las llamadas son importantes, es algo evidente. Es cierto que existe el spam telefónico pero con el paso de los años he conseguido reducirlo a mínimos. Así que si alguien me llama, lo lógico es que sea alguien conocido, o incluso que sea una llamada relacionada con mi trabajo. Como son algo importante, las llamadas entran directamente a mi muñeca. Se enciende la pantalla de mi móvil, sí, pero permanece en silencio. Y la muñeca me avisa de la urgencia.
Las aplicaciones que me avisan a la muñeca también se han reducido. Hubo una época en que las menciones en Twitter me daban golpecitos en el brazo, también el correo electrónico. Eso se acabó. Los correos no son tan urgentes como puede parecer, y si estoy en horario de trabajo ya los recibo en el ordenador. Así que los correos a deshora pueden esperar. Las redes sociales, por descontado. También pueden esperar.
La muñeca vibra… cada vez menos
¿Qué me vibra entonces en la muñeca? Me vibra WhatsApp. Me vibra Telegram. Me vibra Signal. ¿Todo? No, en absoluto. Por norma, silencio todos los grupos en los que estoy metido salvo aquellos en los que están mis padres. Los demás pueden esperar, mis padres no. También me vibran las alarmas. Es otra cosa que no sé cómo suenan en mi móvil. Sólo sé que las pongo para despertarme en la mañana y que quien me alerta es el Xiaomi Mi Watch. El nivel de ruido generado por el móvil en mi vida se ha reducido drásticamente.
Y os contaré una cosa: es una práctica realmente saludable. Las notificaciones no importantes no hacen otra cosa que importunarnos. Si las reducís, ganáis tranquilidad y calidad de vida. Los ruidos del móvil son molestos, reducidlos. U os los cargáis, como he hecho yo. Tomad nota, usuarios que tenéis activado el tap-tap del teclado del móvil, o aquellos que escucháis música sin auriculares. Hacedme caso. Sin sonidos se vive mejor.
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