La Comisión Europea no quiere que los móviles vengan con cargador y Xiaomi tiene algo que decir a esto

A todos nos ha pasado: decenas de cargadores USB de distintas longitudes, colores y estándares se amontonan en un cajón tras perder su vínculo con el producto original. Quizá recurramos a ellos por la novedad pero su destino es el mismo: condenados al ostracismo al fondo de una caja. Cajas y cables que, para existir, pasaron por un largo proceso de producción.

A simple vista, un cable USB se constituye de cuatro hilos —uno de corriente continua, dos de datos y un tercer cable de polo— construido con plásticos (TPE, PVC) y cable trenzado (nylon y aislantes químicos), además de aluminio, a lo que debemos sumar los barnices metálicos de las conexiones finales.

Estos pl´ásticos, antes de pasar por los distintos procesos de moldeo termoplástico han tenido que ser sintetizados, embalados, transportados, estibados... Y para ello, más que nada, se requiere agua. Mucha. La conclusión lógica es, "si en tu vida digital nunca vas a usar tantos cables, ¿para qué los necesitas?". Esta misma pregunta ha formulado la Comisión Europea.

Lo que contamina un smartphone

Hay que dejar claro un apunte: el auténtico gasto energético de un smartphone se produce durante su fabricación —entre el 85% y el 95% de las emisiones contaminantes totales—.

No obstante, aquí no acaba su huella. Existe un amplio estudio, replicado decenas de veces y que data de 2015, que nos aporta una cifra adicional: cada smartphone produce de media 95 kilos de CO2 a lo largo de su vida útil (unos 30 meses de media). Ciclos de carga, deshechos asociados, etc. Sin embargo, hasta un 97% de un terminal es reciclable: cobalto, níquel, magnesio, oro… 62 metales y semimetales que pueden reaprovecharse.

¿Y qué pasa con el cargador? Para entender hasta qué punto contaminan los cargadores de los smartphones tenemos que referenciar el informe ‘One charger to fit them all’. La cifra es clara: entre 11.000 y 13.000 toneladas de basura electrónica.

Con el fin de reducir esta huella, hace ya más de una década la Comisión Europea promovió una normativa con doble función: promover un único estándar de cargador entre smartphones, tablets y demás electrónica de consumo —mandos de consolas, por ejemplo— y, por otro lado, evitar así que cada marca incluya en su embalaje un nuevo cable.

Eliminar los cargadores de las cajas supone reducir el residuo electrónico a 3 toneladas anuales. 12 millones de kilos menos cada año.

Reciclar más, producir menos

Mika Baumeister / Unsplash

La idea, sobre el papel, es magnifica e intachable. Sin embargo, ya sabes lo que pasa cuan recibes un nuevo gadget sin cargador compatible o aquel que no aproveche las bondades de la carga rápida. Es una traba para el usuario, lo que te obligará a gastar más dinero comprando cargadores homologados, propietarios, exclusivos.

En suma, un problema postergado que solo genera una nueva línea de negocio, un beneficio adicional para algunas empresas que, en último término, contaminarán más al sustraer los cargadores de la caja del móvil y comercializarlos independientemente.

Según la Comisión Europea, los consumidores europeos gastamos 2.400 millones de euros al año en cargadores independientes, no incluidos en los dispositivos. Con esta medida se estima que, además de reducir deshechos, supondría un ahorro total 250 millones de euros al año comprando cargadores innecesarios.

En este particular, Xiaomi es un ejemplo de buenas prácticas: la gran mayoría de su flota de terminales viene acompañado de un cargador "universal" casi siempre preparado para sacar todo el jugo a la carga rápida y por un coste cero para el usuario. Xiaomi, con su mentalidad honest pricing, busca como fin último proveer al usuario de los recursos necesarios para recibir la experiencia más satisfactoria de sus smartphones.

Empresas como Apple no están de acuerdo con la nueva legislación aprobada por la Unión Europea. Según ellos, esta medida socava la innovación. Recurrida casi en soledad —la propuesta oficial ya contó con 582 votos a favor y solo 40 en contra—, es cada vez más evidente que el USB-C se ha transformado en el estándar y, hasta la próxima generación, promete convivir con nosotros otro puñado de años.

¿Y qué pasa si nos quedamos sin cargador, si no tenemos un análogo compatible para cargar nuestro dispositivo recién adquirido? Solo hay que echar la vista atrás: Xiaomi regalaba un cargador GaN de 55W con la compra del Xiaomi Mi 11. Todo aquel usuario que ya tuviera uno podía evitárselo y todo aquel que lo reclamase recibiría uno totalmente gratis.

Quedaba en las manos y la honestidad del propio consumidor. Un asunto que sale del debate mercantil y mete las patas en los debates éticos. España se sitúa al sexto lugar en materia de reciclaje y no cumple con los objetivos de reciclaje doméstico.

La Comisión no cierra dando un portazo: todos los OEM (fabricante del equipamiento original) deben proporcionar la información sobre velocidades de carga y glosar si el dispositivo admite carga rápida y cuál es su límite. Es decir, no se penaliza la innovación sino que se circunscribe.

Con un período de transición de 24 meses para adoptar estas medidas —si quieren seguir operando la Unión Europea—, está claro que no todas las empresas están encarando la propuesta bajo la misma perspectiva.

Desde Xiaomi España nos indican que la compañía acatará las leyes, como es evidente, además de facultar las herramientas posibles para satisfacer las necesidades de sus usuarios.

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